El papa Francisco consagró el jueves al monseñor Toribio Ticona como cardenal de Bolivia, junto a 13 obispos de otros países, y recordó a las nuevas autoridades de la Iglesia Católica que servir a Cristo es la mayor «condecoración» de esa religión.
Tras esa ceremonia, Ticona se convirtió en el segundo cardenal nacido en Bolivia, después de Julio Terrazas, quien falleció a finales de 2015 luego de luchar contra un proceso infeccioso pulmonar.
El también obispo indígena Ticona, nació en Potosí y fue elegido en mayo como nuevo cardenal de Bolivia.
Según el portal de la Conferencia Episcopal Boliviana, la nueva autoridad de la Iglesia Católica fue lustrabotas, canillita, minero y alcalde del municipio de Chacarilla, en el departamento de La Paz.
El Sumo Pontífice, en el Consistorio Ordinario Público en la Basílica de San Pedro del Vaticano, donde se desarrolló el acto, dijo que el servicio cardenalicio cobra vida «en el hambriento, en el olvidado, en el encarcelado, en el enfermo, en el tóxico-dependiente, en el abandonado, en personas concretas con sus historias y esperanzas, con sus ilusiones y desilusiones, sus dolores y heridas».
«La única autoridad creíble es la que nace de ponerse a los pies de los otros para servir a Cristo. Es la que surge de no olvidarse que Jesús, antes de inclinar su cabeza en la cruz, no tuvo miedo ni reparo de inclinarse ante sus discípulos y lavarles los pies. Esa es la mayor condecoración que podemos obtener», dijo Francisco.
Además, aseguró que, sólo actuando de esta manera, «la autoridad del pastor tendrá sabor a Evangelio, y no será como «un metal que resuena o un címbalo que aturde» y exhortó a los 14 cardenales a consagrar su labor a favor de los más necesitados y no sentirse nunca superiores.
Según la agencia Prensa Latina, al menos tres de los 14 purpurados superan los 80 años de edad, entre ellos Ticona, por lo que no podrán ser electores en un eventual cónclave.
El papa Francisco presidió hoy aquí un consistorio ordinario público para la creación de 14 nuevos cardenales provenientes de cuatro continentes.
El sumo pontífice destacó la variada procedencia geográfica de los iniciados al subrayar que refleja la universalidad de la iglesia católica, en tanto la proclamación en la diócesis de Roma evidencia ‘el vínculo indisoluble entre la sede de Pedro y las iglesias particulares extendidas por el mundo’.
Durante su intervención en la ceremonia, Francisco exhortó a los nuevos purpurados a consagrar su labor a favor de los más necesitados y no sentirse nunca superiores a nadie ni mirar a otro ser humano desde arriba, excepto cuando se le ayuda a levantarse.
Al menos tres de los nuevos purpurados superan los 80 años de edad, por lo cual no podrán ser electores en un eventual cónclave.
Los octogenarios son Sergio Obeso, 87 años, arzobispo de Xalapa del 1979 al 2007 y varias veces presidente de la Conferencia Episcopal mexicana; Toribio Ticona, 81, obispo prelado de Corocoro, Bolivia, desde 1992 hasta 2012; y el sacerdote español Aquilino Bocos, 80, superior general de los Claretianos entre 1991 y 2003.
Otros cardenales son: Luis Raphael I Sako, Patriarca de Babilonia de los Caldei; Luis Francisco Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina d la Fe; Angelo De Donatis, Vicario General de Roma; Giovanni Angelo Becciu, Sustituto para Asuntos Generales en la Secretaría de Estado; y Konrad Krajewski, Limosnero Apostólico.
Además, Joseph Coutts, arzobispo de Karachi, presidente de la Conferencia Episcopal de Paquistán; Antonio dos Santos, obispo de Leiria-Fátima; y Pedro Barreto, arzobispo de Huancayo, Perú, vicepresidente de la Red Eclesial Panamazónica.
Completan la nómina Desiré Tsarahazana, arzobispo de Toamasina, presidente de la Conferencia Episcopal de Madagascar; Giuseppe Petrocchi, arzobispo de L’Aquila; y Thomas Aquinas Manyo, arzobispo de Osaka y vicepresidente de la Conferencia Episcopal japonesa.
Con estas incorporaciones serán 227 los integrantes del Colegio Cardenalicio, de los cuales 115 tendrán derecho al voto, cinco más la cantidad fijada por Pablo VI, aunque no se trata de un límite obligatorio.
