BOLIVIA, La Paz, 24.10.2024, (JA).- A principios del 2000 Bolivia ingresó en el terreno de la desinstitucionalización total. El descrédito generalizado de los políticos, de los partidos políticos, las instituciones estatales, las organizaciones gremiales y barriales impulsó a los votantes a cambiar su preferencia electorales y optar por un candidato que era un lobo con piel de oveja andina. Ahí empezó el principio del fin de los partidos políticos conocidos hasta entonces.
El descrédito, la fragmentación, el plan oscuro del «socialismo del nuevo siglo», de imponer un partido único -imitando el mal ejemplo de los regímenes autoritarios del continente- atomizó a los políticos de los partidos tradicionales convirtiéndolos en agrupaciones políticas, sin los PROCESOS DE FORMACIÓN IDEOLÓGICA, de los partidos.
El espíritu totalitario del «proceso de cambio» reforzó la existencia de las agrupaciones ciudadanas en la contiendas electorales y la arena política en el país donde se saqueaba la riqueza gasífera heredada de los Gobiernos neoliberales.
Desde entonces, las agrupaciones ciudadanas se han convertido en un centro de oportunistas, de todas las tendencias, de todos los pensamientos e intereses, donde lo único que se requiere es tener dinero para contratarlas como si fueran unos ‘taxipartidos’.
Defino el ‘taxipartido’ (taxi y partido), como una agrupación política que, para participar de las eleciones nacionales o subnacionales, recoge del camino a nuevos políticos, ciudadanos destacados, gente comprometida con un «proyecto político» -entre comillas- pero también a los oportunistas, quienes pagan su pasaje para financiar la campaña electoral y posteriormente abandonar el taxi, la agrupación ciudadana y venderse al mejor postor.
Pero, qué podía esperarse de una agrupación ciudadana que no tiene como prioridad la formación ideológica y política como ocurre en el partido tradicional; y además, cuyo jefe o líder solo existe en las redes sociales, hasta que llegué la próxima campaña electoral.
El peligro de estos «taxi-partidos» es que no se hace responsable de los mercenario oportunistas que llevan en sus planchas como diputados, senadores, asambleísta o concejales municipales.
Ya hemos sido testigos de sus fechorías en las últimas gestiones gubernamentales, no han tenido reparos en traficar sus votos a favor de la toma del control total ejecutado por el régimen socialista, dejando completamente desconcertados a la población electoral que les había beneficia con su confianza.
¿Qué podemos hacer los electores para no seguir exponiendo a Bolivia al peligro de los taxipartidos?. No votar por ellos, exigir mayor responsabilidad a los líderes de las agrupaciones ciudadanas, votar en blanco o nulo, son algunas opciones a fin de no darles el poder para que no siga decidiendo sobre nuestro futuro.
JA/rc
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